Vivimos unos años en los que está mal visto reconocerte como liberal, posiblemente por falta de rigor científico. Lo cierto es que todos, en el más fondo de nuestro ser, tenemos una parte del espíritu liberal que trajo consigo la Revolución Americana, por ejemplo. Ese espíritu de poder ser libre sin que nadie ni nada interfiera en tu libertad, sino el simple hecho de no desear a los demás lo que no deseas para ti mismo (llamémoslo ética o cultura política compartida).
Sí, yo también soy liberal. Y como tal deseo poder expresarme libremente, sin represalias. Pero, ¿de qué me serviría si no tengo libertad de conciencia? Es por ello que lucho por una educación que, lejos de ser como la actual, fomente el desarrollo individual para poder ser críticos con la realidad que nos rodea. Lucho por unos ciudadanos formados, con capacidad para juzgar y criticar, al fin y al cabo, unos ciudadanos libres. Quiero que esa educación premie a los que más se esfuerzan y que esté al lado de los que más les cuesta. Porque, al fin y al cabo, no todos tenemos las mismas capacidades y, por ello, debemos respetar las desigualdades luchando por una igualdad de oportunidades.
Por supuesto, también lucho por la igualdad. Una igualdad formal, ante la Ley, una igualdad de oportunidades que garantice que todos partamos desde el mismo punto de partida y que sean nuestras capacidades las que determinen lo lejos que llegamos. Por ello, no defiendo un Estado muy intervencionista. Deseo un Estado liberal, que fomente ese laissez faire del que tanto nos hablan autores como Alexis de Tocqueville o Isaiah Berlin. Pero también deseo un Estado que esté al lado de los más necesitados, garantizando un Estado del Bienestar minimalista. Minimalista porque soy de la opinión de que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos, aunque éstos deben contribuir con una pequeña parte de impuestos para poder dar servicios a esa población desfavorecida y que puedan situarse en el mismo punto de partida que todos los demás. Sigue leyendo →