Como todos saben, el 14 de febrero en Sant Feliu de Llobregat celebramos la rúa del Carnaval 2015. Estaba yo paseando por el pueblo cuando me decidí ir a ver llegar las comparsas a la Plaza de la Vila, teniendo la suerte de conseguir sitio en primera fila de la Calle Pi i Margall. Los niños pequeños que me rodeaban disfrutaban con cada comparsa, los bailes y los disfraces de éstas, transmitiéndome su alegría y haciéndome regresar a mi infancia unos diez años atrás. Pero en un momento determinado, divisé a lo lejos lo que parecía una procesión de Semana Santa. Se veían los capirotes lilas de “los nazarenos” y se dejaba entrever una imagen de una Virgen que llevaban a cuestas otros “nazarenos”. Poco a poco se fueron acercando y pude comprobar que estaba equivocado; se trataba de la comparsa del Casal Popular de Sant Feliu de Llobregat. No era una procesión, sino mujeres y hombres imitando unos nazarenos donde en lugar de crucifijos sostenían el símbolo del género femenino y en vez de una Virgen llevaban a cuestas una vagina un tanto desagradable cubierta con mantos lilas. En su comparsa no solo se recitaban canciones a favor del feminismo y el anticapitalismo, sino que ofendían a las creencias del colectivo cristiano al que pertenezco.
Pude comprobar como muchos niños pequeños e inocentes se giraban para preguntar a sus padres qué era eso, y éstos no sabían muy bien qué contestarles, aunque su cara de asombro y rechazo les delataba; eso sobraba en una rúa donde miles de niños participaban y asistían.
Desde este artículo quiero expresar mi máximo rechazo a éste uso de la libertad de expresión puesto que, como bien dijo Rousseau, “la libertad del individuo acaba donde empieza la libertad de los demás”.
Finalmente, me gustaría reivindicar un carnaval donde prevalezca la diversidad y las ganas de pasarlo bien y hacer pasarlo bien a los más pequeños, pues ellos son el alma de esta festividad. En la rúa no debería caber ningún símbolo, palabra o acción que atente contra la moral de las personas, y esto no debería ser controlado desde los ayuntamientos sino que los propios participantes deberían saber cuándo es adecuado hacer una campaña de impacto y cuando deberían ser parte de una fiesta familiar y pensar más en los niños que a ella asisten.
Dani Castillero. Artículo de opinión
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